
Como cada 8 de enero recordamos aquel glorioso día de 1959, en el que entraba a la Habana un grupo de jóvenes intrépidos y valerosos que inyectaban de alegría a todo el pueblo cubano; llega de esta forma, a la capital del país, el símbolo de la naciente Revolución, Fidel.
La algarabía entre la población era notoria y se reflejaba en cada rostro, que acompañaba con banderas cubanas o del 26 de julio a aquel grupo de jóvenes barbudos. La Revolución ya estaba aquí, era innegable su marcha segura en paso apretado.
En horas de la noche “La Caravana de la libertad” arribó a Ciudad Libertad, desde allí Fidel se dirigió al pueblo:
“Creo que es este un momento decisivo de nuestra historia: la tiranía ha sido derrocada. La alegría es inmensa. Y sin embargo, queda mucho por hacer todavía. No nos engañamos creyendo que en lo adelante todo será fácil; quizás en lo adelante todo sea más difícil. Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario. Engañar al pueblo, despertarle engañosas ilusiones, siempre traería las peores consecuencias, y estimo que al pueblo hay que alertarlo contra el exceso de optimismo”.
De nuestra memoria histórica y de aquella memoria que queda en el corazón del pueblo, nunca será desarraigada la costumbre de esperar a la “Caravana” cada año, como símbolo de nuestra apoyo y entrega al proceso revolucionario.
